LOS MISMOS | IDENTIDAD CULTURAL

Cuando uno camina por las calles del Barrio Abajo, en Barranquilla, o de El Saladillo, en Maracaibo, o por ciertos sectores de La Habana antigua, en Cuba, donde aún quedan vestigios de pintura en sus paredes, siente que las tres ciudades son una sola.

Es impresionante el parecido que tienen por el colorido tan fuerte y variado de sus edificaciones y calles, en una especie de expresión reivindicativa de la cultura afrodescendiente, que a través del color quiere posicionar su identidad y su temperamento alegre e irreverente, propio de esa manera tan particular de ver la estética que tienen los barranquilleros, los marabinos y los habaneros.

Una de las primeras fábricas que habría que montar en Cuba cuando sea libre sería de pintura, y, al parecer, algo similar ocurrirá con Venezuela donde hoy día para comprar un galón de pintura se debe destinar casi 10 salarios mínimos mensuales, lo que hace imposible refaccionar cualquier edificación.

Es una pena tener que sacrificar algo tan consubstancial al espíritu caribe, como lo es el juego de dominó, el sonido estridente de su música festiva y el colorido de sus viviendas y calles, por culpa de equivocadas decisiones políticas.

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