DESVELANDO | MITO REALIDAD

  • Sólo usamos el 10% de nuestro cerebro. Un mito que se resiste a morir. Lo cierto es que usamos todas las áreas de nuestro cerebro, incluso cuando estamos descansando. Es verdad que el cerebro es muy plástico (podemos vivir con medio)) y que no usamos todo a la vez, ya que algunas zonas están especializadas, pero no hay una parte del cerebro que no haga nada y que esté esperando a que la activemos para tener superpoderes.
  • Las neuronas no se pueden regenerar. Desde los años 90 hay pruebas de que el cerebro tiene capacidad de regeneración, al menos en algunos casos e incluso después de un infarto cerebral, gracias a la neurogénesis.
  • Uno de los hemisferios del cerebro es dominante y eso determina si somos más artísticos o más racionales. Sí que es cierto que hay zonas del cerebro que están especializadas: el lenguaje se procesa en el hemisferio izquierdo, por ejemplo. Pero no es cierto que un hemisferio domine a otro, con independencia de lo bueno que sea uno con las palabras.
  • Las partes de la lengua están especializadas en diferentes sabores. Aunque es algo que muchos aprendimos de niños, los receptores de sabor están distribuidos por toda la lengua. Sí podría haber diferencias en cómo hombres y mujeres detectamos los sabores amargos, salados y ácidos. Además de eso, hay un quinto sabor, umami, que significa “sabroso” y del que hablamos en una edición de Unicentro Contigo
  • El alcohol te mantiene caliente. Los licores dan sensación de calor, pero el alcohol baja la temperatura del cuerpo, con lo que realmente es peligroso beber alcohol cuando hace mucho frío. Lo mismo pasa con el café.
  • El alcohol mata neuronas. Aunque algunas mañanas parezca que los whiskies de la noche anterior hayan arrasado nuestro cerebro, el alcohol no llega a matar neuronas. Eso sí, el consumo excesivo durante mucho tiempo puede dañar las conexiones entre estas células y causar atrofia y degeneración.
  • El frío causa resfriados. Los resfriados vienen provocados por un virus que viaja por vía aérea “a través de las gotitas originadas al hablar, toser o estornudar”, no por el frío en sí. Cuando hace frío, pasamos más tiempo en espacios cerrados y en zonas comunes (colegios y oficinas). Además, en las regiones con poca humedad, las fosas nasales se secan más fácilmente. Todo esto contribuye a que sea más fácil contagiarse.
  • La vitamina C previene resfriados. No hay prueba alguna que lo confirme, si bien es cierto que una alimentación sana nos ayuda a mantenernos sanos y una alimentación sana incluye fruta y vitamina C. Sí es cierto que esta vitamina podría ayudar a reducir el tiempo que dura el resfriado.
  • Las uñas y el pelo siguen creciendo después de muertos. Un cadáver no puede producir nuevas células. La piel que rodea las uñas se deshidrata y por eso parecen más largas. Lo mismo ocurre con la piel de la barbilla, lo que lleva a que parezca que la barba crece. Da miedo igual.
  • Crujir los dedos causa artritis. Ese ruido en los nudillos se forma por burbujas de gas que se acumulan en las articulaciones de los dedos y no tiene efectos nocivos. Bien puede seguir sacándose las yucas.
  • Si te tragas un chicle, tardas siete años en digerirlo. Esta advertencia que todos oímos de niños es falsa: los chicles no se quedan pegados al estómago o a los intestinos, ni tardan más en ser eliminados, a pesar de que, “llegan al otro lado sin cambios sustanciales”.
  • Tenemos cinco sentidos. Aparte de los cinco sentidos tradicionales que ya catalogó Aristóteles, tenemos unos cuantos más, como la propiocepción, que nos permite saber dónde están las diferentes partes de nuestro cuerpo, los sensores de temperatura (termocepción), del dolor (nocicepción) e incluso el sentido del equilibrio. Lo más fácil es dividirlos en tres grupos: mecánicos (tacto, oído y propiocepción), químicos (gusto, olfato y los sentidos internos) y la luz.
  • Cortarse el pelo (y afeitarlo) lo hace más fuerte. Pero esto es solo mientras crece, ya que cada cabello acaba en punta y cuando lo cortamos o afeitamos, lo hacemos por el tallo.
  • El estrés hace que se te vuelva el pelo blanco. Esto no es tan exacto: el estrés provoca que se te caiga el pelo y el cabello con pigmento es más débil, por lo que estos se caen y las canas se quedan. Es decir, si ya tienes canas, el estrés te dejará sólo con ellas. Si no tienes canas, corres el riesgo de quedarte calvo.

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