CRÓNICA | EL PÉNDULO

Torres del parque central en Caracas
Por Luis Raúl López M.

La historia de la economía venezolana bien podría representarse como un pesado péndulo que se mueve entre escenarios dramáticamente opuestos, la opulencia y la miseria. Antes de la independencia de España el status de Venezuela era el de capitanía, mientras que el de Colombia era de virreinato (Nueva Granada), lo cual tenía una diferencia abismal en términos de importancia política. Eso explica en buena medida los complejos de superioridad y de inferioridad que existían entre los de acá y los de allá. Esa rivalidad por pergaminos y blasones fue resuelta al descubrirse petróleo en la hacienda La Alquitrana en el estado Táchira gracias a las grietas que abrió el terremoto de Cúcuta en 1875: los colombianos nos quedamos con el complejo de superioridad social y los venezolanos con la riqueza económica.

En 1880 ya se explotaba comercialmente y, gracias a esta producción incesante en los años 50’s del siglo pasado, Caracas era toda una ciudad del primer mundo, con una inmensa ventaja en términos de calidad de vida y modernidad frente a otras capitales latinoamericanas como Bogotá, Quito, Lima y Santiago. Era la ciudad de las super autopistas, los primeros centros comerciales, las mejores heladerías y restaurantes, y los autos último modelo en sus calles. El adelanto que tenía Caracas la distanciaba muchísimo del resto de ciudades de la región en términos de desarrollo, haciéndoles ver como grandes pueblos campesinos en comparación con la moderna urbe que crecía y crecía gracias a los millares de migrantes europeos y colombianos que llegaban atraídos por los dólares que corrían a raudales por las vías de la capital venezolana.

El país había comenzado a enriquecerse en forma gracias a la manera en la que el gobierno de Juan Vicente Gómez había negociado la venta de petróleo a los Estados Unidos, estableciendo el pago en bolívares y no en dólares, con lo que quien manipulaba la cotización de la divisa era él y no los americanos. Pero si Venezuela ya era rica en la década de los 50’s, su fortuna se disparó mucho más luego de la guerra del Yom Kippur en 1973, cuando los países árabes castigaron con un embargo petrolero a quienes apoyaron a Israel, lo que habría de triplicar el precio del crudo.

Tuvo entonces Venezuela una bonanza impresionante y sin límites que le duró hasta el 18 de febrero de 1983. Fue una década exacta de vértigo económico en el que el país se atragantó de dólares manteniendo una inflación cercana a cero. En su primer mandato en 1974 Carlos Andrés Pérez nacionalizó la industria petrolera, con lo que salieron del país la Shell y Exxon y se dio paso a la creación de PDVSA con sus filiales Lagoven y Maraven. Pérez anunciaba que iba a “manejar la abundancia con criterios de escasez”, pero lamentablemente no fue así. Era que había demasiado dinero y cualquier derroche no se notaba mucho.

El mítico avión de Concorde de Air France en el aeropuerto de Maiquetía

Entre 1953 y 1957 la tasa de cambio era de 3.35 bs por dólar, luego pasó a 4.30 y así se mantuvo anclada por 26 años, hasta la fatídica mañana de ese viernes negro, cuando comenzó a resquebrajarse a tal punto que hoy día se necesitan 1.200.000.000.000 – un billón doscientos mil millones – de aquellos bolívares originales para comprar un dólar.

El dinero abundaba y con un dólar a Bs4.30 se facilitaba ir a Miami dos o tres veces al año, adonde llegaba la tribu de los “tabaratos” haciendo ostentación de dinero. Las personas de escasa cultura presumían de su riqueza en las colas de inmigración en los aeropuertos europeos y de Miami, provocando molestia a los demás pasajeros y a los guardias, quienes se desquitaban demorándolos al ponerlos en filas separadas del resto de viajeros. La fascinación por Miami les hacía crear réplicas en las ciudades venezolanas de las cafeterías, fuentes de soda y panaderías americanas, donde los equipos y maquinaria que utilizaban eran de última generación.

Construir en la cima del Ávila semejante hotel (Humboldt) en tan solo 199 días, con la tecnología disponible en 1956, muestra que no se escatimaba en gastos.

Para hacernos una idea de cómo se vivía en Venezuela en los tiempos dorados basta ver publicidades de la época y recordar que en los años 60´s llegó a tener plantas ensambladoras de prácticamente todas las marcas de autos, alcanzando una producción en el año de 1978 de 182.678 unidades, lo cual era una barbaridad en una época en que la población rondaba los 14 millones de personas. Con los salarios que se pagaban en la zona de oriente se podía comprar un carro cada dos meses, en un hogar de 5 personas había fácilmente ocho carros que actualizaban de modelo cada año. Se veían así en las calles de Cúcuta muchos autos de lujo importados, de marcas reconocidas como Cadillac, Chrysler, Pontiac y Mercedes, circulando junto a los SIMCA Y Dodge Polara colombianos.

Los mejores restaurantes de toda América Latina estaban en Caracas, con reconocidos chefs europeos que encantados vivían en Venezuela por su nivel de ingresos. Hoteles como el Hilton llegaron primero a Caracas que a Bogotá y los edificios más altos de Hispanoamérica estaban en Caracas. Primero lo fueron las Torres del Silencio, construidas en 1952, luego las Torres del Parque Central, a comienzos de los 70’s. Igualmente las obras arquitectónicas más colosales se hicieron allí, tales como el Helicoide, el teatro Teresa Carreño, las suntuosas estaciones del metro y la ciudad universitaria. 

El Cadillac Fleetwod era ideal para las superautopistas venezolanas.

A las tiendas de electrodomésticos llegaba lo nuevo de marcas como Whirlpool, Zenith, General Electric, Telefunken, Aiwa y Sanyo. En los supermercados de San Antonio se conseguía jamón serrano, salmón, arenques, bacalao, aceites de oliva españoles e italianos, leche suiza, mantequilla danesa, quesos franceses y holandeses, toda clase de embutidos y vinos italianos, y whisky, todo el whisky escocés estaba en Venezuela, y se traía de Francia el agua mineral Perrier para mezclarlo. De hecho, Venezuela era el mayor importador mundial de whisky, tan buenos clientes eran que los proveedores ingleses desde finales de enero del 83 comenzaron a alertar a sus compradores sobre la inminente devaluación que se avecinaba, algo de lo que sus vecinos colombianos no tenían ni idea.

El metro de Caracas se inauguró mes y medio antes de la primera debacle en 1983

Luego del 18 de febrero viene un manejo muy cuestionado de la economía por parte de los presidentes Herrera y Lusinchi y sus sistemas de venta de divisas – RECADI -. Luego de seis años de dificultades con los gobiernos de Lusinchi y Herrera la gente esperanzada vota masivamente por Carlos Andrés Pérez, quien para enderezar las cosas propuso liberación de precios, de tasas de interés y del tipo de cambio; aumentar tarifas de servicios públicos y el precio de la gasolina, así como la congelación de cargos de la administración pública. Esto era demasiado para un pueblo mal acostumbrado al papá Estado y produjo el famoso “Caracazo” que habría de incubar al movimiento que llevó a Chávez al poder, con lo que la opulencia pasó a muy pocas manos.

Los recursos que manejó el gobierno socialista en sus primeros 14 años de ejercicio son muy superiores a los recibidos luego de la guerra del Yom Kippur. De eso no quedó absolutamente nada gracias a los escandalosos niveles de corrupción alcanzados. Chávez cometió el imperdonable error de acabar con expropiaciones la infraestructura productiva, en lugar de invertir en nuevas empresas competitivas, si lo que quería era regular las ganancias de los ricos. Nicolás Maduro vino a empeorar las cosas a un extremo inédito en el mundo gracias a la mezcla letal de ineficiencia con corrupción, lo que fue aprovechado por Rusia y China para hacerse al control de todas sus riquezas minero-energéticas por, al menos, los próximos 50 años.   

A partir del momento en que caiga el régimen de Maduro y se cancele para siempre cualquier aventura de corte socialista, Venezuela renacerá y con fuerza, pero tendrá que emprender un largo proceso de reconstrucción de todo, tanto lo material como lo inmaterial. Se necesitará un nuevo venezolano para una nueva Venezuela.

El teatro Teresa Carreño y el Metro fueron las ultimas dos grandes obras inauguradas entes de la caída del bolívar.
El Helicoide era como la gran pirámide ordenada por el faraón Marcos Pérez Jimenez. Terminó convertida en una siniestra prisión.

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