Por estos días de febrero el amor está en el aire, en todas partes, y ese espíritu de los tiempos se atribuye a San Valentín, cuya muerte ocurrió el 14 de este mes.
Todos nos mandamos rosas, hacemos invitaciones a cenar y planes más fuertes, según la confianza que se tenga la pareja. Sin embargo, pocos nos atrevemos a hacer una disección juiciosa de lo que es eso que sentimos o creemos sentir por la otra persona, por esa persona que nos provoca emociones indescriptibles.
Algún canal cómico de Youtube presenta de manera jocosa las etapas que todo romance vive, independientemente de cual sea el final de la historia. Aunque se trata de una presentación dizque cómica, resulta ser más seria de lo que parece y será mejor que las conozcamos para saberlas experimentar de la mejor manera.
La primera, obvio, es ese cruce de miradas en las que se produce el mensaje inicial: me gustas mucho, tengo interés en ti, me gustaría que tuviéramos “algo”. Si esa mirada es respondida con aquiescencia por el o la receptora, ya se tiene un buen trecho andado.
La segunda etapa es la de conocimiento mutuo de maneras de pensar, de hobbies, aficiones, disgustos, por lo general comienza con el inveterado “estudias o trabajas?” Continúa la tercera etapa que es la de la primera cita, la cual tiene por objeto compartir y departir en otro ambiente, distinto a aquel donde se conocieron. Ambos acuden a ella con gran expectativa por el comportamiento que tendrá él o ella.
Se llega así a la cuarta etapa, cuando se dan el primer beso, momento ese que habrás de recordar por mucho tiempo o por toda la vida, según lo romántico que seas. Luego del primer beso se pasa a la quinta etapa, que es aquella en la que la ilusión nos hace caminar en las pestañas, todo es felicidad. Esta etapa engancha con la sexta, en la que se dicen: “cuelga tú, y ella responde no, cuelga tú primero” pudiendo pasarse hasta tres horas en semejante tontería.
Es inevitable que llegue la séptima etapa, cuando la pareja ya pasa a manteles, por no decir que sábanas, y tienen su primera relación sexual, a la que el hombre llega con gran torpeza por el susto que le da. Ya después del tercer encuentro el tipo logra mejor perfomance.
En la octava etapa se comienza a vivir un periodo de gran confianza, en la que ambos se sienten muy seguros de la relación y puede darles por engordar juntos. El terreno está abonado para que venga una etapa peligrosa, la novena, que es la de la monotonía, que es cuando comienzan las rutinas, hacer siempre lo mismo. Acá él o ella deben mostrarse audaces, atrevidos, lanzados, y ensayar cosas nuevas. Es la única manera de superarla.
Pocas, muy pocas parejas logran superar con éxito la etapa 9 y entonces inevitablemente llegan a la 10, en la que se pelean por todo, sienten fastidio entre sí, todo les molesta. Es el preludio de la etapa 11, donde uno de los dos dice el temido: ”tenemos qué hablar”, que anticipa un ultimátum: o cambiamos o nos cambian.
Etapa 12: un corazón se ha roto. Todas las experiencias vividas en ese enamoramiento van al bote de basura. Los espíritus débiles o inmaduros llevan a la víctima al suicidio, al siquiatra o al bar. Los fuertes comienzan otra aventura.