Un Año de Encierro

un año de encierro

El acuerdo para abrir “gradualmente” la frontera no es propiamente una apertura como debe ser: plena, tal como se ve entre todos los países del mundo, excepto las dos Coreas. No son pocas las especulaciones que se hacen al respecto y que asocian el cierre a solicitudes concedidas en La Habana.

Pero el cierre prolongado de la frontera – como jamás se había visto – haría suponer que los cucuteños habrían de pensar en un nuevo modelo de ciudad en el que su economía no se soporte únicamente en la actividad comercial. Esto sería algo positivo y confirmaría que no hay mal que con su bien no venga. Pero, caramba, luego de un año del cierre ya deberían tenerse al menos los lineamientos  centrales de lo que debería ser ese reordenamiento económico y nada se vislumbra con claridad aún. Tiene el alcalde acá el desafío más grande de su mandato, pues desde el sector privado nadie parece tener la capacidad de liderar ese necesario proceso de transformación. Hay unos cuantos  esfuerzos individuales exitosos en los sectores hotelero, de confecciones y de calzado, de los que los responsables del direccionamiento económico y comercial se cuelgan cómodamente para mostrarlos como fruto de su gestión directiva.

En las recurrentes crisis que ha tenido Cúcuta se ha acudido siempre al mismo expediente: contratar a firmas de expertos de fuera de la ciudad para que hagan costosos estudios que orienten hacia donde debe encaminarse la ciudad. La verdad es que nada de lo que allí se recomendaba se ha hecho, no sabemos si por falta de voluntad política de la dirigencia de los últimos treinta años, o por falta de conectores de esos estudios con la realidad regional, como quiera que son realizados por personas extrañas a la ciudad (Araújo, Ibarra, Rey, Vallejo, Mendoza, etc.).

Distinto a algunas implementaciones muy puntuales que se han hecho de lo sugerido en ExpoGestión, como el pacto por la innovación y algunas tareas de renovación urbana, nada se hace, nadie “tira línea” para lograr un gran despegue y sostenimiento de la economía local. Pareciera que para la mayoría la gran solución es que se reabra la frontera, así sea sólo peatonal, y volvamos a lo mismo de antes: la reventa al detal. Muy seguramente el repunte de ciertos sectores del comercio por cuenta de los descapitalizados venezolanos a muchos les parecerá más que suficiente en materia de desarrollo.

Es inevitable preguntarse con asombro cómo una ciudad que cuenta con casi una decena de universidades, unos cuantos empresarios con visión global pero muy buen conocimiento de lo local, y unos pocos economistas y otros profesionales gomosos del tema, no han podido producir conjuntamente una sola línea de acción. Es esa una tarea pendiente desde hace al menos un par de generaciones, que se hace cada vez más y más necesaria debido a varios factores, entre ellos al inusitado crecimiento de la población por causas diversas como las migraciones, con el consecuente efecto sobre la tasa de desempleo; el fuerte posicionamiento logrado por otras ciudades intermedias en  temas como la tecnología, la industria, el turismo recreativo y el de salud – especialmente Bucaramanga – lo que nos reduce el campo de especialización a trabajar para atraer inversionistas.

Se habla ahora de que la solución es hacer un gran parque industrial y en lo primero y único en que parecieran estar pensando es en el contrato de remoción de tierras, cuando lo primero y quizás lo que más le interesa a un inversionista son las reglas y no el campo de juego. Lo primero que Cúcuta debe hacer es diseñar el reglamento del juego económico en su jurisdicción, introduciendo ciertos ajustes en sus impuestos y tarifas, en sus ofertas de servicios públicos, de formación tecnológica y de infraestructura, además de los contemplados en la Ley 191/95.

Una vez definido hay que negociarlo con el gobierno central – es y debe ser un buen negocio para la ciudad y para el país -; ya concertado con el gobierno nacional hay que proceder a hacer una promoción muy técnica de sus ventajas como destino de inversión la ciudad. El último paso es comprar el lote y descapotarlo, lo contrario es ensillar antes de traer las bestias.

La receta podría contar con otros ingredientes importantes que por razones de espacio no alcanzamos a mencionar acá, pero urge hacer cosas como la creación de productos turísticos involucrando al menos a toda el área metropolitana, alentando la creatividad y la inversión regional. Es asombrosa la capacidad de reactivación económica que tiene el turismo. Todo está por hacer.

Una prueba de que como están las cosas no resultamos atractivos es que  no hubo ni un solo proponente para el tramo de 4G Pamplona – Cúcuta, el encanto llega hasta Bucaramanga y su área de  influencia inmediata, además de que tres importantes aerolíneas abandonaron la ciudad por falta de tráfico (LAN, Easyfly y VivaColombia). Dejarnos coger tanta ventaja de las ciudades del interior en materia  de inversión es peligrosísimo porque compromete seriamente el futuro económico y social de la generación de relevo.

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