En la vida hay muchas clases de amores, todos igualmente importantes para quien los siente. Los hay filiales, como el que sentimos por nuestros padres e hijos (de ahí proviene el término filiación). Nada hay más natural y fuerte que el lazo amoroso que une a padres e hijos, se da por simple instinto animal, no requiere de condicionamientos de ninguna clase, simplemente se da y punto.

Por ello se le dice desnaturalizado al hijo que asesina a sus padres, como fue el caso de Johnier Leal, el tristemente célebre hermano del peluquero Mauricio Leal, quien lo mató a él y a su madre en Bogotá.

Los amores románticos son los más famosos de la historia, como el caso de Romeo y Julieta, son aquellos que inspiran relatos y que en los tiempos que corren son cada vez más escasos, han desaparecido por cuenta de la tecnología que hace impensable la incomunicación entre los amantes en una época en la que abundan los medios para mantenerse en contacto. Son amores que incluyen una buena dosis de sufrimiento, lo que le da algo de emoción a la relación de pareja ……hasta que se cansan y aburren.

Los amores posesivos ya entran en la categoría de las anomalías sicológicas, en donde él o ella creen ser los dueños absolutos de la pareja y entonces se dedican a hacerles la vida un infierno a sus parejas. Con frecuencia la víctima equivocadamente siente que esto ocurre porque es muy amada. Este es otro tipo de amor que cansa muy rápido a la pareja.

Los amores pasionales pueden ser los más divertidos por el gran placer que entrañan. Acá el amor se centra y se concentra en el aspecto sexual creando un vínculo muy fuerte entre la pareja pero que deja por fuera aspectos muy importantes en la construcción de una relación de largo aliento, como lo son la lealtad, la solidaridad, la honestidad, etc.

Del amor propio se dice que es el más importante que uno debe tener en la vida porque es el que lo saca adelante en cualquier situación adversa que se nos presente. Ya lo decía el célebre José Alfredo Jiménez en su canción ranchera Alma de acero: “a veces me ando cayendo y el orgullo me levanta”.

El amor lúdico solo tiene como objetivo el placer, se diferencia del pasional en que no tiene compromisos de ninguna especie, no hay sentimientos sino simplemente emociones y sensaciones placenteras en torno al sexo.

El encaprichamiento con alguna persona suele confundirse con el amor, pero no es más que una expresión de inmadurez en la que el sujeto encaprichado no tolera el menor rechazo. Esa confusión de sentimientos generalmente trae mucha desdicha y amargura.  

El arraigo es una especie de amor que se da principalmente por el entorno, es un amor que no está dirigido a alguien en particular sino a una tradición y esto nos lleva a tomar determinaciones trascendentales para nuestra vida, como escoger el lugar sonde habremos de vivir.

¿Tiene usted bien definido el tipo de amor que siente por su pareja? No sería mala idea hacer el ejercicio de tratar de identificarlo.