TENDENCIA | DEL IQ AL AQ

Hace 25 años se hizo muy famoso el libro “La Inteligencia Emocional”, de Daniel Goleman, con el que destronaba al IQ (Coeficiente Intelectual) como el gran paradigma para medir la inteligencia de las personas. Goleman le expuso al mundo su teoría de que existían otros tipos de inteligencia y que las habilidades de alguien no solo se miden por su coeficiente intelectual.

El autor siempre se preguntó cuáles son las características hacen que una persona se destaque en su trabajo. Aunque sin duda influyen factores como el nivel de conocimiento, lo que realmente marca la diferencia, asegura Goleman, es su nivel de inteligencia emocional, es decir, la habilidad para identificar y monitorear sus emociones personales y de los demás.

Años de investigaciones han demostrado que mientras más inteligencia emocional tenga una persona, mejor será su desempeño. Así llegó a establecer que el concepto de inteligencia emocional incluye 12 características esenciales para que las personas logren sus objetivos de desarrollo y tengan éxito a nivel profesional:

Autoconciencia emocional

Autocontrol emocional

Adaptabilidad

Orientación al logro

Visión positiva

Empatía

Conciencia organizacional

Influencia

Orientación y tutoría

Manejo de conflictos

Trabajo en equipo

Liderazgo inspirador

De esas doce habilidades, las tres más importantes son: orientarse al logro, la empatía y la influencia.

Durante años se pensó que la prueba del coeficiente intelectual (IQ, por sus siglas en inglés), que mide la memoria, el pensamiento analítico y la capacidad matemática, era una de las mejores formas de predecir nuestras perspectivas de trabajo futuras.

Más recientemente, se había prestado mayor atención a la inteligencia emocional (EQ, por sus siglas en inglés), caracterizada como un conjunto de habilidades interpersonales, de autorregulación y comunicación.

Pero como todo evoluciona, ahora se ha incorporado el AQ (Adaptability Quotient), o Coeficiente de Adaptabilidad, que es un conjunto subjetivo de cualidades definidas libremente como la capacidad de cambiar y florecer en un entorno de cambio rápido y frecuente.

Sostienen los expertos que el IQ es lo mínimo que uno necesita para conseguir trabajo, pero el AQ es el que dice qué tanto éxito tendrás con el tiempo.

El AQ no es solo la capacidad de absorber nueva información, sino la capacidad de resolver lo que es relevante, desaprender el conocimiento obsoleto, superar los desafíos y hacer un esfuerzo consciente para cambiar. En un artículo reciente de esta revista nos referíamos al concepto de “Obsolescencia programada”, el cual se aplica absolutamente a todas las cosas, y, especialmente, a las personas. Vivimos en un mundo cambiante, en el que el conocimiento tiene fecha de vencimiento y por ello es tan importante desaprender como aprender.

Adaptación u obsolescencia

Amy Edmondson, profesora de liderazgo y gestión en la Harvard Business School, dice que lo que hace más valioso al AQ que el IQ es la velocidad vertiginosa del cambio en el lugar de trabajo.

La tecnología ha cambiado enormemente cómo se realizan muchos trabajos, y esta alteración continuará: en los próximos tres años, 120 millones de personas en las 12 economías más grandes del mundo podrán necesitar nuevas habilidades debido a la automatización, según un estudio de IBM de 2019.

Para evitar la obsolescencia, los trabajadores que realizan estos trabajos necesitan desarrollar nuevas habilidades como la creatividad para resolver nuevos problemas, empatía para comunicarse mejor y responsabilidad, usando la intuición humana para complementar el conocimiento de las máquinas.

Si un algoritmo puede hacer el 30% de las tareas que solía hacer, ¿qué puedo hacer con esa capacidad libre? Los exitosos son aquellos que eligen hacer cosas que los algoritmos no pueden hacer.

Un buen ejemplo sería un contador público. Su coeficiente intelectual le ayudará a pasar los exámenes para calificar, luego su EQ le ayudará a conectarse con el entrevistador, conseguir un trabajo y desarrollar relaciones con clientes y colegas. Después, cuando los sistemas cambien, como sucedió en Colombia con las NIIF, o los aspectos del trabajo se automaticen, necesitará su AQ para acomodar esta innovación y adaptarse a nuevas formas de desempeñar tu labor

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