Pasadas las elecciones de congreso y consultas, que muchos asimilan como la primera de tres vueltas electorales, se comienza a respirar un aire menos enrarecido de lo que estaba por cuenta del temor que a todos causa la posibilidad de que Colombia elija el
camino equivocado, tal como le ocurrió a Venezuela por cuenta de su debilidad frente al populismo.
Y ese nuevo aire mejora algo el clima de los negocios y lo hará en forma definitiva y vigorosa cuando en la elección presidencial se conjure – ojalá para siempre – el peligro de incursionar en aventuras socialistas.
Todos los sectores de la economía tendrán un nuevo impulso cuando la gente se sienta segura acerca de su futuro en un país que acoge la democracia, el libre mercado, protege la propiedad privada, alienta el emprenderismo y la sana competencia. Esto se habrá de traducir en mejores ventas, mayor inversión, más empleo, crecimiento del turismo, la construcción, el comercio, en fin, todos los campos de actividad. La preocupación y susto que pudo causarnos alguna encuesta que mostraba como ganador a un candidato que anuncia su inclinación por traer al país un modelo socialista de pésimo pronóstico, ya ha bajado de intensidad y se respira un aire mucho más optimista.
Confiamos en que el pueblo colombiano tenga un grado de madurez y de consciencia lo suficientemente alto como para no sucumbir a las falacias del populismo que tanto daño han hecho donde han logrado llegar al poder.
El nivel cultural del colombiano debe ser nuestro mejor antivirus ante una amenaza semejante. Lo que está en juego trasciende mucho más allá de la suerte de un partido político y llega hasta el corazón y la vida misma – literalmente – de los colombianos. De ahí que quienes tenemos algún grado de instrucción y de conocimiento acerca de este peligro debamos aprovechar cada momento y escenario para ejercer esta especie de apostolado para advertir del riesgo y del camino a tomar.