EDITORIAL | ENSEÑANZAS

Este diciembre es diferente a los anteriores, no es lo mismo. Por lo general desde el inicio del mes entrábamos en una especie de catarsis fiestera, animada por los jingles navideños de las emisoras y las novedades musicales que la mayoría de orquestas se reservaba para esta temporada, entre las que los famosos “14 cañonazos” resultan infaltables.

Por fortuna buena parte de todo esto se conserva, pero un ingrediente nuevo aparece ahora: la nostalgia. La nostalgia por la cantidad de familiares o amigos que ya no estarán con nosotros por cuenta de la pandemia. No son pocos, en casi todos los hogares se hizo duelo por algún familiar o conocido, lo que le imprime ese carácter nostálgico nuevo a la navidad.

Carácter que siempre tuvo, pero por motivos diversos, como una mudanza de ciudad, una separación o divorcio, un cambio laboral y también la pérdida de un ser querido, pero esto último era propio del curso natural de nuestras vidas, mas no puede considerarse así a una pandemia que en cuestión de pocos días se llevó a tantos conocidos nuestros, de todas las edades y condiciones.

Simultáneamente con la pérdida de vidas humanas vimos cómo igualmente se perdieron centenares de negocios conocidos, con los que a fuerza de visitarlos con alguna frecuencia nos resultaban muy familiares. El golpe al bolsillo ha sido fuerte y nos ha obligado a ciertas medidas restrictivas del gasto que se han sentido de muchas maneras.

Por fortuna, como reza el adagio popular, no hay mal que dure cien años. Al momento de escribir esta nota nos dan la feliz noticia de que el laboratorio Pfizer confirma que su vacuna para combatir el Covid 19 tiene una efectividad del 90%, con lo que, en unas cuantas semanas, si Dios quiere, nos estaremos vacunando para lograr la inmunidad necesaria y hacer que nuestras vidas tengan un curso normal.

Volverá la economía y los negocios a florecer, pronto nos habremos recuperado de las pérdidas sufridas y regresarán las ganancias. Pero no por ello habremos de olvidar que esta ha sido la experiencia más traumática que nos ha tocado vivir como sociedad en un poco más de un siglo, luego de la pandemia de influenza de 1918. Como sucede con toda tragedia humana las lecciones son múltiples, bien sea en lo personal, tanto como en lo colectivo. A cada uno de nosotros muy seguramente nos han quedado enseñanzas de vida muy arraigadas, bien sea en el consciente como en el subconsciente. Nos corresponde a cada uno de nosotros saberlas utilizar y aprovechar, bien sea por el bien propio como en el de toda la sociedad.

Carmen Elisa Ortiz Caselles

Gerente General

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