CULTURA | EL PAN EN LA ANTIGUA ROMA

Gran parte de los habitantes de la antigua Roma vivían gracias al trigo que los emperadores repartían gratuitamente. El abastecimiento del grano se hacía por vía marítima desde Alejandría o Cartago hasta el puerto de Ostia. Allí la mercancía era registrada por un magistrado, el cuestor ostiense, y luego se trasladaba a Roma a lo largo del río Tíber en navíos especiales.

En el año 202 A.C., el trigo enviado desde  África por Escipión fue distribuido en Roma a mitad del precio normal. Estos eran repartos puntuales, de los que a veces se encargaban ciudadanos particulares que por algún motivo deseaban ganar popularidad entre la población. 

Fue unas décadas más tarde cuando se instituyó un sistema de distribución regular de trigo a los ciudadanos por parte del Estado.

En el año 123 A.C, Cayo Sempronio Graco, dentro de su programa de reformas favorables a la plebe, hizo aprobar una ley, la llamada lex Sempronia frumentaria, por la que los ciudadanos que lo solicitasen recibirían una cierta cantidad de trigo a un precio reducido, entre un 25% y un 50 % menor al habitual. 

Nacía así el subsidio, por primera vez en la historia de Roma, una ley regulaba las distribuciones de trigo a la población ciudadana con cargo al erario.

Aunque bajo la dictadura de Sila, favorable a los patricios, se abolieron los repartos, en el año 73 ac. Una nueva ley restableció el sistema de Graco. En el año 58 A.C. otra disposición, la lex Clodia frumentaria, impuso el reparto gratuito de trigo entre el pueblo. 

Es decir, a partir de entonces el Estado correría con todos los gastos de la alimentación de la plebe romana.

Las autoridades inscribían el nombre de los beneficiarios en tablillas de bronce, se fijaba un día al mes para el reparto y éste se hacía en un lugar específico del Campo de Marte: el Porticus Minutia Frumentaria.

Los beneficiarios acudían con un certificado, la tessera annonaria, y recibían 35 kilos de cereal, que era el equivalente al consumo de dos personas, lo que parece indicar que no era suficiente para garantizar la alimentación mensual de una familia.

El aliciente de comer gratis propició toda clase de fraudes y abusos, de modo que el número de beneficiarios no dejó de aumentar. Incluso había patricios que se inscribieron en la lista. Para corregir estos excesos, Julio César redujo el máximo de beneficiarios de 320.000 a 150.000, y estableció que al fallecimiento de cada uno de ellos se hiciera un sorteo para reemplazarlo.  

Cesar Augusto pensó incluso en abolir los repartos, porque creía que éstos favorecían el abandono de las tierras para emigrar a Roma y vivir allí a costa del Estado, pero lo único que pudo hacer fue limitar los beneficiarios a 200.000. Desde entonces, los emperadores hicieron del reparto de trigo gratuito el mejor instrumento para mantener la paz social en Roma. A finales del siglo III los emperadores, además de mejorar el sistema de aprovisionamiento, empezaron a repartir no harina sino pan cocido en grandes hornos industriales, como también aceite, carne de cerdo y vino a un precio rebajado.

Por: Gloria Eugenia Valero Mora

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