Nada más envidiado y combatido en la historia de la humanidad que la calvicie. Basta con decir que una receta  egipcia de hace 5.000 años aconsejaba mezclar las espinas quemadas de un erizo, sumergidas en miel y aceite, con alabastro, ocre rojo y muestras de debajo de las uñas, y untar el brebaje sobre la zona “afectada”. Los vikingos utilizaban una loción de estiércol de ganso. El médico griego Hipócrates creía que lo mejor eran los excrementos de paloma con rábano picante, comino y ortigas.

Como se ve, no parece una delicia el vademécum para combatirla, como si se tratara de alguna peste. Lo curioso es que antes se tomaba como un defecto de fábrica, mientras que hoy día, por el contrario, no  hablaríamos de zona afectada sino de afeitada, porque miles de hombres han seguido la moda de raparse totalmente para ver su cabeza reluciente porque eso les hace lucir más varoniles y guapos.

Miles de cosas se han dicho siempre sobre los calvos, como que son un anticipo de la evolución de la especie humana; para Aristóteles la calvicie era causada por el sexo en exceso; durante la época romana, culparon a los pesados cascos de metal, otras teorías culpaban a la “sequedad del cerebro” —la cual se pensaba que separaba la cabeza del pelo, haciendo que el cerebro se encogiera— , y a la polución del aire.

En 1897, un dermatólogo francés asustó a medio mundo diciendo que había descubierto que la causa era un microbio, con lo que barberos y revistas médicas dijeron que los peines debían lavarse en agua hervida con regularidad y que bajo ninguna circunstancia los miembros de las familias de calvos debían usar otros peines que no fueran los suyos propios.

No son pocos los estudios que se han hecho sobre el tema, dizque para curarla. Cada año las investigaciones cuestan algo más de US$3.500 millones (en malaria sólo se gastan US$154 millones), y estas sólo confirman lo que ya sabemos: es irreversible. Lo que finalmente la ciencia ha determinado es que la calvicie se debe a un potente desglose de la testosterona, que se convierte en dihidrotestosterona (DHT), hormona que juega un papel importante en el desarrollo de los genitales masculinos, y en algunos adultos hace que los folículos capilares se encojan provocando que los cabellos “terminales” de la cabeza del hombre se transformen en “vellos” suaves como los de la cabeza de un bebé. Tan sólo se necesita una pequeña cantidad de DHT para comenzar a quedarse calvo. Entre el 25% y el 30% de los hombres tiene algún grado de pérdida del cabello al arribar a los 30 años de edad, y eso ocurre en todo el mundo.

La calva es algo que el hombre debe llevar con gran dignidad y orgullo, a fin  de cuentas es el más prominente de los atributos sexualmente dismórficos, esos que por diferenciarle claramente de la mujer les hace atractivos, amén de que los calvos son vistos como más inteligentes, dominantes y de mayor estatus social. Sus brillantes cabezas peladas resultan una potente herramienta para seducir mujeres porque los mitos y leyendas sobre el tema aumentan la curiosidad de ellas por conocer la verdad, lo cual es una ventaja enorme para ellos, pues, como dice el adagio: la curiosidad mató al gato.

Se dice que los calvos son, en el reino animal, como una especie de pavo real con su abanico de plumas de colores extendido, lo que les concede especial atractivo, aunque no propiamente entre las mujeres muy jóvenes. Las mayores de 30 años los califican como más inteligentes, influyentes, educados, honestos, amables y de mayor clase, rasgos que, en general, pertenecen a lo que se conoce como “madurez social”. Así las cosas, es toda una bendición, un don divino que los hombres deben agradecer. Nada peor que un calvo vergonzante que usa peluquín o trata de cubrirla entrelazando los pelos de un lado al otro de su cabeza, como feos pentagramas que sólo reflejan inseguridad y baja autoestima, cosa que ahuyenta al sexo opuesto.

Pelones supermachos como Bruce Willis y Vin Diesel dicen que puede que la calvicie te haga ver más masculino, pero ciertamente no te hace más hombre. Los hombres calvos no son más viriles y no tienen niveles de testosterona más altos que los demás, aunque suelen tener más vello en los brazos, piernas y pecho.

Concluyendo, podríamos decir que la calvicie es una virtud o un defecto,dependiendo de quien la porte y como la asuma. Las mujeres expertas y de gran recorrido en los caminos del amor les aconsejan a las más jóvenes que no se vayan a morir sin haber conocido calvo. Una de ellas preguntaba en una reunión de damas quién sabía cuáles eran las tres grandes cualidades de los calvos, ninguna se atrevió a responder, entonces les dijo: primero una gran creatividad, segundo una gran resistencia física, y tercero … lo que primero pensaron.

De manera que la única desventaja es que su piel se expone mucho más al sol que la de cualquier otra persona y esto tiene gran incidencia en problemas de cáncer, especialmente de próstata. Nada que no se solucione con un buen bloqueador solar.