ACTUALIDAD | ¿ME HA CAMBIADO?

No ha sido cualquier cosa lo que la humanidad entera ha vivido en el último año y medio. Todos absolutamente todos hemos sido afectados en mayor o menor medida por el drama global que inició en diciembre de 2019 con el primer caso detectado en Wuhan, China. No les falta razón a quienes señalan que el fenómeno representa un cambio de era: muchas cosas que anteriormente hacíamos con la mayor naturalidad han desaparecido. Comenzando por la forma de saludarnos.

Hemos sido testigos en primera línea de la gran cantidad de muertos que desde entonces deja cada día, muchos de ellos, amigos, familiares o simplemente conocidos. Cada día, cada semana y cada mes mueren muchos de ellos, lo que ha hecho que la tragedia se nos haya vuelto paisaje, no terminamos de llorar la partida de alguien cuando recibimos la noticia de que otros más han desaparecido, término que nunca antes estuvo mejor empleado porque quien se contagia literalmente desaparece por razón del aislamiento al que debe someterse.

Igual cada día sabemos de personas que han perdido su trabajo por cuenta de las duras restricciones económicas impuestas por la pandemia, otros más han debido ver morir sus pequeños emprendimientos por el mismo motivo. A la angustia de perder sus ingresos se suma la de no contar con la seguridad de tener una cama UCI en caso de necesitarla, o de alcanzar a vacunarse a tiempo antes de terminar contagiado.

Es toda una tragedia que no solo nos ha tocado a la puerta, sino que, en muchos casos, ha pasado a la sala y las habitaciones en todos los estratos sociales. ¿De qué sirve ganarse otro millón de pesos o de dólares si con ello no vamos garantizar nuestra supervivencia?

Por ello uno pensaría que quienes tenemos la fortuna de seguir con vida debemos replantear nuestros objetivos y metas como seres humanos. Después de haber presenciado tan de cerca todo esto es imposible que sigamos siendo las mismas personas vanidosas, soberbias y envidiosas. Esos vicios son unas pesadas cargas que resultan perfectamente inútiles en este nuevo mundo que nos ha tocado comenzar a vivir.

En todo nos ha cambiado la vida. Pensar y saber que en cualquier instante podemos ser víctimas fatales del virus nos cambia la perspectiva de lo que hacemos, de lo que queremos, de lo que esperamos. Basta recordar cómo nos comportábamos hace un poco más de año y medio para encontrar grandes diferencias no solo en nuestro modus vivendi sino, principalmente, en nuestro modus pensandi.

Para algunas el cambio solo es apreciable en la moda, ya no se sienten esclavas del último grito del diseño y han asumido una posición más liberal en su forma de vestirse para toda ocasión. Otras personas manifiestan haber experimentado cambios en su genio o en su temperamento. “No sé en qué momento me volví más permisiva” con aquellas cosas que antes me mortificaban. La eventualidad de la muerte nos hace dejar atrás muchas cosas a las que antes les dábamos inmerecida importancia y ahora lucen insignificantes.

Comenzando por el mismo dinero, cuyo atesoramiento hizo que muchos tuvieron una vida avara, en la que se privaron de muchas cosas que les habrían dado satisfacciones o placer, por el relativo gozo de ver engordar sus cuentas de banco. O el caso de quienes se negaron al amor por que este les truncaba sus proyectos de vida a largo plazo.

Pero también es el caso de quienes han pecado por excesos y sienten ahora remordimiento por haber desperdiciado tiempo en diversiones insulsas, como en amores intrascendentes y sienten que ya es hora de utilizar este recurso en mejor forma. A estos últimos es a quienes el cambio experimentado les habrá de servir mejor.

Valdría la pena que usted haga su autoevaluación sobre qué tanto y en qué ha cambiado su vida por cuenta de la pandemia.

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