Nietear

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El verbo “nietear” no existe en el diccionario de la Real Academia, pero la experiencia de hacerlo sí, es muy real, deliciosa, sublime. Nunca nos sentimos más sabios que cuando les enseñamos alguna cosa, nunca nos creemos tan divertidos como cuando jugamos con ellos, jamás nos imaginamos tan fuertes e invencibles que cuando los protegemos con abrazos. Todas estas son razones más que suficientes para exigirle a la máxima autoridad de la lengua española la inclusión de este verbo alucinante.

Con los nietos descubrimos que nuestra capacidad de amar es de veras infinita. Cuando uno cree tener ya colmado con los hijos el mundo de los afectos, aparecen estas criaturitas que en micromilésimas de segundo se hacen adorar, pueden ser dos, cuatro o veinte, a todos los amamos por igual. ¡Y asoman ellos justo cuando creemos haber llegado a una edad de merecido descanso!

nietear_2Es entonces cuando la siesta, ese momento que siempre consideramos innegociable, se convierte en amena charla y juegos con carritos o con muñecas, según sea nieto o nieta. Ver plácidamente un programa de televisión puede transmutarse en ir al  parque a cuidarlos mientras aprenden a montar bicicleta y así van adorablemente invadiendo nuestros espacios y ocupando nuestros tiempos con nuestra total y absoluta complacencia.

Les tomamos todas las fotos posibles, les encontramos rasgos físicos que creemos idénticos a los nuestros. Pretendemos que les gusten nuestros mismos pasatiempos, es así como intentamos enseñarles a tocar algún instrumento, a escribir un cuento o una poesía, a leerse un libro de aventuras, como los de Julio Verne o Mark Twain. Pero no, ellos prefieren los juegos electrónicos de nuestros celulares y entonces nos obligan a aterrizar en los nuevos tiempos donde los instructores son ellos. Nos ponen a aprender todo acerca de los pokemones y los minions, a jugar Subway surf, a ver cuanta película infantil llega a las carteleras (Zootopia, Cigüeñas, La vida secreta de tus mascotas, etc.). Y todo eso lo hacemos sin chistar, mientras que cuando nuestros hijos estaban niños preferíamos que fueran con la mamá. No hay explicación distinta a que a los hombres el paso de los años nos  enternece y a que con los nietos revivimos la inmensa alegría que en su momento nos dieron los hijos.

No hay placer más grande que complacerlos llevándoles a Unicentro, su lugar preferido, donde encuentran toda la diversión posible en un ambiente muy seguro para ellos.

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