¿Chismoso o Comunicativo?

chismoso

El chisme es una práctica tan antigua como el hombre (como la mujer, para ser más exactos) y por lo tanto bien conocida en todas partes. Hombres y mujeres somos chismosos, aunque la motivación de tal conducta es por lo general distinta. El chismoso, por lo general, transmite
información – cierta o falsa – referida a aspectos de la vida privada de alguien, queriendo hacer alarde de su cercanía y confianza ganada con la persona objeto del chisme, quien por lo general bien puede considerarse como la víctima porque le han desnudado en público algún asunto que le era privado.

En el caso de los hombres quien cuenta chismes busca reconocimiento como hombre informado y por lo tanto poderoso (quien tiene la información tiene el poder); por lo general no busca hacer daño sino simplemente ganar el prestigio de persona “bien dateada”. Lo que pasa es que el tipo de información que maneja el chismoso no le alcanza para ser percibido como un hombre culto, de manera que es bien cuestionable el poder que así pretende exhibir.

El chisme generalmente es dañino, perverso, tiene por finalidad causar daño divulgando intimidades de alguien. En las organizaciones es todo un cáncer que consume tiempo, disminuye la productividad porque baja la moral y desalienta, aleja el talento y nivela al personal por lo bajo. El chisme tiende a avanzar porque, como a la miseria, no le gusta estar solo y entonces contagia la costumbre entre todos los empleados.

Podría combatirse si le hiciéramos tres preguntas a quien viene a traer un chisme:

1- ¿Estás 100% seguro de que lo que me vienes a contar es verdad?
2- ¿Lo que me vienes a contar es algo bueno?
3- ¿Lo que me vienes a decir tiene alguna utilidad para mí?

Muy probablemente estas preguntas neutralizan a cualquier chismoso. Por lo general el chisme está siendo repetido, o sea, no es originado por el chismoso, quien se limita a difundir lo que acaba de oír a todo el que encuentra. Así las cosas no podría asegurar plenamente la veracidad del mismo.

En segundo lugar, como es claro que la intención es perversa, pues no hay manera de decir que lo que se va a contar es algo bueno. Y finalmente es muy raro que un chisme represente alguna utilidad, al menos que sea de carácter político o de negocios.

La persona comunicativa es diferente de la chismosa en que no se refiere exclusivamente a asuntos íntimos de los demás sino a cosas novedosas, noticiosas. El comunicativo tiene un periodista frustrado dentro de sí y reclama la preeminencia de “ser el primero en saberlo”, siente que eso le da status.

chismoso1No vamos a caer acá en la tentación de decir que las mujeres son chismosas mientras que los hombres son comunicativos porque en nada se ve más maniqueísmo que en este tema. Si usted en una reunión anuncia que tiene un chisme bomba todos se silencian, todos se muestran expectantes, ansiosos, sedientos, le apuran a que “cuente rápido”. Entonces en este momento de la foto uno se pregunta ¿quién es más chismoso, el público que lo acosa, o usted? Es obvio que todos, pero una vez usted refiera el cuento será tildado como el chismoso. Es igual que cuando todos disfrutan a carcajadas de chistes verdes pero al final sentencian a quien los contó: es muy vulgar!

La murmuración es una categoría de mayor perversidad aún que el chisme clásico porque no tiene ningún sustento, por lo general se trata de algo inventado con el dañino propósito de perjudicar a alguien y por eso su transmisión es individual, voz a voz, nadie se atreve a publicarla. Es muy utilizada en el ámbito de la política para descalificar a los adversarios.

El rumor se diferencia de la murmuración en puede tratarse de algo cierto, pero de difícil corroboración. Suelen surgir para condicionar pensamientos y conductas de la gente con una finalidad, busca correr rápido y para ello se apoya en estos tiempos en las redes sociales.

Son impactantes, generan polémica. La finalidad puede ser económica o comercial (Ej. va a subir muy fuerte el dólar). Como vemos, son varias las especialidades y subespecialidades del chisme o cotilleo, como le dicen en España. Lo cierto es que su práctica en exceso hace del chismoso una celebridad pero a un costo bien alto de su prestigio social porque un chismoso jamás es bien visto.

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